Éste es el segundo largometraje de Josh Radnor en el que dirige y protagoniza un guión que él mismo ha escrito, intentado alejarse de su famoso personaje en Cómo conocí a vuestra madre, pero en el que cae constantemente.
El guión, en general, es bastante flojo, con alguna escena interesante, pero arrítmico en la mayoría de su desarrollo, sin giros especialmente remarcables y sin alcanzar ningún clímax. De hecho, el momento cumbre de la historia poco tiene que ver con el protagonista. Lamentables los running gags (chistes de continuidad).
Los personajes no nos llegarán a ninguno. Es prácticamente imposible empatizar con ellos. El protagonista busca el sentido a su futuro en el pasado, los secundarios no tienen un objetivo visible y en conjunto no atraen ni acaban de congeniar demasiado bien, a pesar de la forzada endogamia a la que son sometidos.
Los actores son reconocibles, pero no especialmente famosos, caras que nos suenan, pero no con demasiado talento (¿en serio todavía alguien cuenta con el chaval de High School Musical) y sus actuaciones son tan irregulares como el resto de la película.
En conclusión, una película de ligero visionado para no pensar demasiado y con la que no pasa nada si nos la perdemos.
¡Ah! Y no he nombrado a Ted Mosby en toda la crítica... ¡Ouch!
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