Las siete de la tarde, ya he merendado y no me quedan deberes por hacer, el invierno invade la calle y a mamá le falta mucho para ponerse a preparar la cena.
Es el momento. Lo saco de su caja, bien protegido, y tras un par de intentos consigo colocar en su sitio la dichosa cinta que siempre se me resiste. Me siento en el suelo, "¡qué suerte tener un trozo de pared libre!", y enciendo la bombilla. Mickey, Pluto, Donald, Goofy, la Bella y la Bestia, Blancanieves, Papá Pitufo, Gargamel con Azrael, Chip y Chop, Popeye... todos aparecen delante de mí mientras me desplazo una y otra vez a un montón de mundos mágicos y mudos donde sólo un sonido se extiende por toda la habitación.
El de la manivela del Cinexín.
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